En tiempos donde una imagen se puede generar en segundos y donde las herramientas parecen tener respuestas más rápidas que las preguntas, surge un dilema que muchos dan por resuelto antes de entenderlo: ¿para qué necesito un diseñador si la inteligencia artificial puede hacer esto sola?
Diseñar no es solo producir imágenes
Una etiqueta de vino no es simplemente una “imagen bonita” pegada en una botella. Es una pieza de comunicación visual estratégica. Tiene que transmitir identidad, hablarle a un público específico, diferenciarse en una góndola saturada de opciones, y al mismo tiempo respetar un sistema de impresión, una lógica de marca.
La IA puede proponer una estética, pero no puede decidir si esa estética es coherente con lo que el vino quiere contar. Puede sugerir formas, pero no sabe por qué elegir. Puede generar variaciones infinitas, pero no sabe cuál es la estrategia correcta, no conoce de concepto, ni de narrativa visual.
La IA ejecuta. El diseñador conceptualiza, genera narrativas, asesora, genera interrogantes, analiza la competencia. Esas diferencias lo cambian todo.
Como diseñadores, podemos usar IA para explorar, generar prototipos, experimentar. Nos permite visualizar caminos en un corto tiempo, o probar ideas sin depender de terceros. Pero las decisiones siguen siendo humanas. El criterio, la sensibilidad, la comprensión del contexto cultural, del mercado y de la historia de la bodega… todo eso es insustituible.
Un diseñador no solo “hace etiquetas”. Un diseñador piensa con imágenes. Articula ideas. Escucha. Traduce.
En otras palabras: la IA puede ser parte del taller, pero no puede ser la autora del relato.
¿Qué se pierde cuando se reemplaza al diseñador?
- Se pierde identidad: las etiquetas empiezan a parecerse entre sí.
- Se pierde estrategia: no hay un objetivo claro detrás de la elección visual.
- Se pierde proceso: no hay camino, solo resultado.
- Se pierde diálogo: la construcción en conjunto con el cliente desaparece.
¿Y entonces, quién diseña hoy?
Diseñan quienes entienden que las herramientas no hacen al autor.
Diseñan quienes son capaces de usar la IA como una aliada, pero no como sustituto.
Diseñan quienes siguen preguntando, incluso cuando las máquinas dan respuestas.
Diseñan las personas que miran, conectan, cuentan, interpretan.
Porque el diseño no es solo lo que se ve: es todo lo que hay detrás.